Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento tenemos múltiples ejemplos de prácticas de la enseñanza de la Palabra de Dios. Lutero comenzó con algunos catecismos, pero su enseñanza era sólo para adultos.
Recién en el siglo XVIII se pensó en la enseñanza a los niños. En el año de 1781 vivía en Gloucester, Inglaterra, un editor de un diario, que se llamaba Roberto Raikes. Era cristiano y un ciudadano de cultura que anhelaba servir a Dios y a su prójimo. Los ciudadanos de Gloucester habían notado que en los barrios pobres de la ciudad se había desatado una ola de pillaje y vandalismo entre los niños.
Estos ciudadanos elevaron una súplica al Sr. Raikes pidiéndole que por medio de su diario pusiera una reprimenda a los padres de esos niños malhechores. Pero Raikes vio que eso no era todo lo que se debía hacer. Dios le hizo comprender la verdadera condición moral y espiritual de estos niños. Rodeados de toda clase de vicios, no tenían nada para ayudarles a vivir una vida mejor.
Raikes propuso, con la ayuda de Dios, abrir una escuela donde no solamente se les enseñara a leer y a escribir, sino principalmente la Palabra de Dios. A pesar de todas las dificultades, este hombre de Dios siguió con sus planes.
La lucha en el principio era terrible, porque los niños no querían reformarse ni recibir instrucción; pero Raikes y sus ayudantes seguían luchando y orando: y al fin tuvieron éxito. La primera casa se llenó y consiguieron otras, hasta que se establecieron escuelas dominicales en todos los barrios pobres de la ciudad. El resultado más importante era la salvación de las almas de muchísimos niños que fue efectuada por las escuelas dominicales.
En sólo cuatro años se establecieron escuelas dominicales con dos mil quinientos alumnos. Cuando Roberto Raikes murió en l811, la asistencia en todas las escuelas había crecido a cuatrocientos mil.
No hay comentarios:
Publicar un comentario